De cuero y papel maché, que no sean de plástico ni cerámica; para usar, no para colgar en la pared. Así es como reconocer las máscaras venecianas tradicionales reales. Su función, originalmente, no era tanto mostrar o asombrar sino disfrazar a hombres y mujeres, permitiendo la transgresión a través del disfraz.
El ejemplo más conocido es la bauta, con la inquietante máscara blanca en el rostro, el gran manto negro, el tabarro y el tricornio negro en la cabeza. Es el típico disfraz veneciano del siglo XVIII que garantizaba el anonimato y, por tanto, la máxima libertad. Disfraces no solo durante el Carnaval sino en todas aquellas ocasiones, de las que no faltó Venecia, de ocio y entretenimiento: en fiestas, bailes y, sobre todo, en encuentros amorosos.
Disfraces por placer pero también para momentos difíciles. En la Edad Media, durante las plagas, los médicos usaban una máscara de nariz larga llena de especias, la llamada “máscara de lo speziale” para no oler y protegerse del contagio. Desde la funcionalidad hasta el esplendor y el brillo de las grandes ocasiones, las máscaras y los disfraces a menudo se adornan con formas curiosas como cabezas de caballo.
En Venecia, persiste una gran tradición de antiguos artesanos de "disfraces" pero también de sastres históricos donde manos expertas cortan y cosen tejidos finos creando prendas exclusivas, verdaderas obras de arte, ayudando a configurar las escenografías de teatros de ópera, prosa y ballet. el mundo, así como los estudios de cine y televisión.