Elija Burano para un viaje de domingo sin prisas. Esta pequeña isla está un poco lejos de Venecia (unos 40-50 minutos en barco) pero valdrá la pena. Es relajante porque es fácil de visitar, lleno de parques y áreas verdes, pero también brillante y colorido lleno de oportunidades para vivir.
En primer lugar, piérdete en los secretos del encaje, un encaje especial que, a diferencia del bordado, no requiere tela. Proviene de la nada o más bien del baile entre hilo, aguja y hábiles manos femeninas que crean claroscuros claros y transparentes. Frutas, flores, hojas, estrellas, cruces y otros motivos simples y geométricos caracterizan la mano de obra antigua, transmitida de madre a hija con evoluciones de estilo cada vez más elegantes y refinadas. En Burano verás muchos tipos de encajes pero recuerda que el original es realmente muy caro e imposible de encontrar, porque lleva mucho tiempo confeccionarlo. En el pasado, de hecho, se utilizó para hacer dobladillos de los objetos más importantes, como sábanas de boda y manteles sagrados. Una técnica encantadora para descubrir visitando el museo del encaje, observando las manos de mujeres apoyadas en cojines moviéndose en frecuentes demostraciones en las tiendas de la isla y quizás comprando una pequeña mariposa para enmarcar (alrededor de 100 euros).
Otro recuerdo que no se puede perder son las típicas galletas de pasta al huevo, el bussolà y su variante a "esse" i buranelli, sin confundirlas con los palitos de pan bussolà de Chioggia. Son dulces sencillos pero nutritivos, una vez preparados por las esposas para los pescadores que se los llevaron para afrontar con más energía las largas temporadas de pesca. Pide probar los duros porque también lo son los tradicionales, hechos para durar mucho tiempo: en las tiendas son aún más desmenuzables. Si tiene hambre, deténgase a almorzar en una de las típicas trattorias y pruebe el risotto di gò, o gobio, un pez pequeño que vive solo en las zonas de la laguna.
Una vez considerado un plato pobre, este pescado lleno de espinas en Burano terminó en risotto y no en sopas. Un destino que lo ha convertido en un manjar hoy elaborado con tanto mimo y esmero. Porque ciertas cosas, ya sabes, necesitan tiempo para hacerse bien y la artesanía tradicional de Burano lo enseña.